LAS SIETE PALABRAS DE HAYDN EN LA PRIMERA SALIDA DE LA MISERICORDIA
El Martes Santo de 1930 haría su primera salida procesional la que es hoy conocida como Hermandad de la Misericordia, si bien en aquel entonces era filial del Nazareno, organizada por la juventud de esta Hermandad. La Misericordia recibiría el título de Hermandad dos años después.
Salió la “Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Sección del Santísimo Cristo de la Misericordia” a las 21:30 desde la Prioral, con el siguiente recorrido: Plaza de Alfonso XII (actual Plaza de España), Santa Lucía, San Francisco, San Bartolomé, Palacios, Virgen de los Milagros, Neverías (actual Pedro Muñoz Seca), Luna, Plazoleta de San Juan (actual Plaza Juan Gavala, Plaza de Alfonso XII, a Su Templo.
La Sección era acompañada por la Hermandad de la Vera+Cruz y por cinco concejales (al parecer ninguno lo hizo por voluntad propia).
En la parte que nos incumbe, el acompañamiento musical, el Santísimo Cristo de la Misericordia era acompañado por la Banda Municipal de Música, dirigida por José Joaquín Barba Rocafull, del que ya he hablado en este blog y que estaba entonces dirigiendo la Banda por segunda vez (la segunda etapa de Rocafull en la Banda corresponde entre 1924 y 1933).
Lo más curioso es que durante el recorrido, en diversos puntos (imagino que siete) se unieron a los músicos cuatro violinistas, los Sres. De Álvarez, el Sr. Emilio Javierre y el Sr. Paz Bononato; interpretaban entonces Cuarteto y Banda fragmentos de Las Siete Últimas Palabras de Cristo en la Cruz, del mítico F. J. Haydn, composición de la que trataremos a continuación. Se nos antoja difícil saber el lugar exacto donde se interpretaban las siete sonatas, pero suponemos que tanto en la salida como en la recogida se debieron de tocar, así como en la Plaza Peral.
En los seis años que Rocafull estuvo por segunda vez en la Banda esta la componían 27 músicos: cinco clarinetes, tres saxofones, tres trompetas, tres bajos, dos fliscornos, dos bombardinos, dos trombones, dos requintos, una trompa, una flauta, una lira (que posiblemente hacía las veces de caja), un bombo y un par de platillos, siendo esta la instrumentación que debió tener Las Siete Palabras. A estos había que sumarles aquel Martes Santo cuatro violines, quedando en 32 componentes contando al director.
El primer recorrido de la Misericordia.
Las Siete Palabras de Haydn
En 1785 el genial compositor austriaco Franz Joseph Haydn recibe, siendo ya entonces muy aclamado y conocido, el encargo del Marqués Francisco de Paula María de Picón de componer una obra musical para la Hermandad de la Cueva de la ciudad española de Cádiz. Esta obra estaría destinada a interpretarse el Viernes Santo en la Parroquia gaditana del Santo Rosario en el Sermón de las Siete Palabras.
Según parece el Marqués describió con tanta exactitud como era el Sermón y como debía de ser la música que Haydn compusiese que a este no le costaría mucho esfuerzo componer esta música. La obra pronto alcanzó la popularidad en toda Europa y fue editada en Austria en 1787.
La obra en su versión original es un claro exponente de la música del Clasicismo, estando instrumentada para cuerda, dos flautas, dos oboes, dos fagotes, cuatro trompas, dos trompetas y timbales. El título original, en alemán, sería Die Sieben Letzen Worte Unseres Erlosers Am Kreuze.
Una audición muy recomendable de esta obra sería la de la Orquesta Barroca de Sevilla:
El Antiguo Cristo de la Misericordia
El Cristo de la Misericordia original. Foto propiedad de la Hermandad.
Aquel año de 1930 la sección filial del Nazareno salía con una imagen de Crucificado anterior a la actual. Esta imagen primitiva se encontraba en la Capilla Ducal del Castillo de San Marcos, propiedad de los Condes de Gavía y Valdelagrana. Era conocido como “Cristo de la Misericordia”, y era de dimensiones inferiores a la actual. El paso era igualmente muy distinto al que hoy procesiona. Para empezar era mucho más pequeño, y en este la madera estaba tallada de forma sencilla, y no había distinción entre respiraderos y canastilla. Al parecer era cargado a hombros (tenía las maniguetas a la altura adecuada para cargar así) y la luz la ponía cuatro faroles, muy similares a los del Nazareno. De hecho la Cruz de Jerusalén los remataba. El exorno floral era escaso.
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